La magia de las velas encendidas
Crecí en una familia religiosa, y desde pequeña vi en mi hogar en esa época, una veladora siempre encendida y una vez pregunté a mi madre el por qué siempre estaba encendida y nunca se apagaba. Ella me contesto que era luz de protección de nuestra casa.
A través de los años, he transmitido a mis seres queridos esta tradición, por ejemplo, cuando iban a presentar los exámenes de colegio, universidad o iban a asistir a un nuevo empleo, la primera cita amorosa, incluso cuando hay un enfermo amigo o que está hospitalizado, o tengo un problema de difícil solución, siempre en mi intimidad ilumino mi hogar con una vela.
Encender una vela no deberá hacerse de manera inapropiada o simplemente como un ritual mas, debemos tener consciencia de que al encender una vela estamos recurriendo a uno de los cuatro elementos de la naturaleza, que son los que componen el planeta tierra y a sus seres vivos. Invocamos a través de la vela encendida a seres superiores a nosotros, para solicitarles su cobijo y protección. O sea que estamos incursionando en un campo sagrado que debemos valorar y cuidar.
Veo que las velas tiene su poder mágico a través de la luz que emanan, forman un campo de claridad y luminiscencia no solo en ese momento físico, sino que también su destello repercute en lo espiritual y emocional. Es como si recibirá a través de su luminosidad, acompañamiento, protección y seguridad y siento con la vela encendida que el favor me será concedido.
La vela de protección de mi hogar la preparo para ese propósito el día jueves santo, cuando en la noche después de las celebraciones litúrgicas hay una ceremonia, en la cual se ilumina toda la iglesia, se colocan en el altar en donde cada uno de los asistentes lleva su vela encendida y la acomoda junto a las otras, simbolizando la luz que acompaña a Jesús en su sufrimiento. Esa vela la llevo a mi casa y la guardo hasta el momento en que necesito ayuda y protección de lo superior.
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