Las maldiciones: Cómo eran antes y cómo son ahora

Maldición Lobos de Arga

En la actualidad, el uso de las maldiciones en sí han quedado casi para el mero uso coloquial de un mal deseo en un momento específico, más usado incluso hacia un momento de humor negro que de nada serio en sí. En la red se puede leer como definición de maldición lo siguiente: “La expresión de un deseo maligno dirigido contra una o varias personas que, en virtud del poder mágico del lenguaje, logra que ese deseo se cumpla.”

Pero en la antigüedad las maldiciones requerían incluso de un protocolo muy formalizado. En la antigua Grecia y Roma, estas maldiciones -conocidas como ‘katadesmoi’ (ataduras) por los griegos y ‘tabulae defixiones’ por los romanos- eran escritas en su mayoría en unas tablillas de plomo, y se usaban para invocar a deidades, demonios o espíritus de muertos prematuros con el fin de poder cumplir ese mal deseo, siendo éstas colocadas en lugares específicos, como tumbas, pozos o algún manantial sagrado. En el texto que se escribía en la tablilla se especificaba el enemigo, el mal deseo y el porqué, siendo los motivos más comunes las infidelidades, robos, faltas de respeto y asuntos por el estilo. Los griegos, en la antigüedad, incluso contaban con unos sacerdotes especiales conocidos como areteos, los ‘maldecidores’.

Hoy en día, las maldiciones son casi más parte de leyendas y supersticiones que otra cosa, casi siempre asemejadas a colectivos minoritarios, como puedan ser las famosas maldiciones gitanas que a tanta gente conseguían aterrorizar. De estas maldiciones tenemos novelas como ‘Thinner’ (‘Maleficio’) de Stephen King (1984) o, más reciente, la película ‘Drag me to hell’ (‘Arrástrame al infierno’) del director Sam Raimi (2009), por poner algunos ejemplos. Pero si hay algo que todos debemos tener en cuenta, eso es que, como hemos visto recientemente, si un mal de ojo puede ser algo involuntario, un mal deseo también podría terminar acarreando problemas.

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