‘Paranormal Witness’: las cartas del ático (I)
Todo el mundo tiene al menos una historia que debería ser contada. Lo que para muchos puede no ser nada, para mí o para ti puede ser todo un mundo. Para Rebecca, lo que era un mundo, y uno enorme, era el hecho de estar cambiando el humo y el caos de una capital por la tranquilidad y la vida no social que a partir de ahora le esperaba en Arkansas. Su amor por Mark y el trabajo de este mismo les obligaban a abandonar su querida Oklahoma. Rebecca sólo pedía cumplir una petición para cumplir semejante cambiazo: “-Quiero una casa que consiga hacerme olvidar tan tremendo cambio.”
Y esa casa pasó por delante de sus ojos como por arte de magia. Cambiar la posición de resignación, con el codo apoyado en la ventana del coche y la cabeza en la mano, con esa mirada medio perdida que grita “¡dónde me estoy metiendo!”, por unos ojos totalmente abiertos y brillantes que dicen “esa es mi casa”.
Mark dio por hecho en ese instante que esa casa victoriana era la solución a cualquier duda referente al cambio de ciudad que estaban haciendo. ¿Quién no pasa por el aro con semejante regalazo? Trabajar de maestro con un buen sueldo y vivir en una pedazo de casa que ya muchos quisieran. ¡Ni soñando! Esta era la oportunidad de sus vidas. Lo que ni Mark ni Rebecca se podían imaginar era la cantidad de secretos que escondía esa casa.
Más información – ‘Paranormal Witness’: el secreto de Lynchville (XII)
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