Podemos comunicarnos con las plantas?
Quienes están en permanente contacto con la naturaleza e incluso quien cuida y cultiva flores o árboles, pueden constatar y sentir como las plantas reaccionan a los cuidados de sus dueños.
Hemos encontrado muchas veces que estímulos como la música y el color pueden influir en el crecimiento, belleza y frondosidad de las matas.
Así mismo la expresión de cariño que tengamos hacia ellas, manifiesto en el cuidado de sus hojas dañadas o en la remoción de su tierra o en abono etc. se vislumbrará en su apariencia.
De igual forma cuando las “abandonamos” por un viaje o porque no podemos cuidarlas durante un tiempo, esta situación se reflejará en su aspecto que puede ser desde su opacidad hasta la muerte de la planta.
También a quienes nos gustan las planticas y las cultivamos, hemos experimentado que cuando están muy ajadas y marchitas podemos revivirlas con nuestros cuidados y con una atención más especializada hacia ellas, teniendo como resultado su belleza nuevamente.
Existe estudios especializados de biocomunicación relacionados a la experimentación en comunicación con animales y plantas. En el año 1966 el norteamericano Cleve Backster, especialista en detector de mentiras en la CIA, inicio experimentos en biocomunicación con plantas , utilizando en sus experimentos electrodos, que colocaba en las plantas con el propósito de estudiar sus reacciones. Con este experimento, se dio cuenta que al echarle agua, la planta reaccionaba de una manera parecida a la de una persona cuando experimentaba una emoción, porque el aparato con la que hacia esta medición marcaba el suceso. Esto lo llevo a seguir sus experimentos en la CIA, y se convirtió en Presidente de la Comisión de Investigación de interrogación científica en la actualidad en San Diego California, se encuentra la Escuela Beckster de Detección de Mentiras y para la investigación.
Sin embargo, a pesar de que lo que considerábamos misterioso se nos va revelando, hay mucho más de lo que podemos ver y todavía existen muchas más cosas por descubrir, especialmente dentro de nosotros mismos, que somos el mayor misterio.
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